Le cheminement intérieur de Marthe Robin est dévoilé grâce à la publication de son "Journal". Découvrez-le en ligne...
Su mensaje
El amor más fuerte que el sufrimiento
Decir que el amor es más fuerte que todo se ha vuelto casi un eslogan. Sin embargo, cuando se trata concretamente de vivir el amor, aún más allá del sufrimiento, nos topamos a menudo con un callejón sin salida. El auténtico sufrimiento puede tomar todo el espacio de tal manera que nos resulta difícil imaginar que eso sea posible. No obstante, fue lo que vivió Marta Robin.
« Gritaba. Yo todavía la oigo gritar, sufría tanto, la pobre. No nos atrevíamos a acercarnos a su cama, gritaba tanto, la pobre y, además, sufría día y noche. Me decía: ‘Si me metieras en una olla muy caliente, no sufriría más». Estas líneas de la sobrina de Marta Robin, que relatan la primera fase de la encefalitis de la joven, nos hacen imaginar la intensidad de lo que padeció. La parálisis que iba apoderándose de ella no le quitaba la sensibilidad al dolor, al contrario. Parece difícil imaginar cómo pudo soportar durante más de sesenta años semejante intensidad de sufrimiento sin perder el juicio. Además, teniendo en cuenta que se sabe con certeza que, lejos de debilitarse, los sufrimientos de Marta se acentuaron durante toda su vida.
Afrontando el absurdo del sufrimiento
Marta conoció realmente el infierno del dolor físico y moral. Ese dolor fue para ella un camino de amor. Asociar el sufrimiento al amor puede parecer escandaloso, y, sin embargo, cuando uno sufre tanto y la medicina no puede aliviarlo, intenta por todos los medios darle a ese sufrimiento un sentido para que valga la pena ser sufrido, sin el que uno puede desear la muerte. La tentación no alcanzará a Marta: « Me siento molida física y moralmente. Estaría mucho mejor bajo tierra que encima de ella », escribirá durante esos años de gran vacío previo a su abandono a Dios.
El Vía Crucis, fuente de alegría
Encontramos en Marta, un testigo creíble de la fuerza del amor. Ella no es un teólogo que afirma desde su cómodo despacho que el amor puede trascender el sufrimiento. Lo experimentó más allá de lo imaginable. Para entender esto, hay que fijarse en QUIÉN es el modelo absoluto de Marta: Cristo. Los Evangelios nos enseñan que, en momentos muy precisos, Jesús habría podido evitar el suplicio prometido. Además, esos mismos Evangelios dan testimonio de que eso habrá sido una gran tentación. No obstante, por amor a la humanidad, a la que salvaba con Sus sufrimientos y Su muerte, aceptó aguantar hasta final.
Marta no hizo más que seguir el camino de Cristo: la Salvación pasa por la Cruz y, como Cristo, tenemos que sacrificarnos por las almas de los pecadores. Eso puede parecer macabro y terrorífico. Sin embargo, Cristo prometió que ese camino difícil sería la fuente de una gran felicidad. Marta también experimentó esa gran felicidad, ya que no era más sufridora que nosotros.
Al unir sus sufrimientos con los de Cristo, Marta no dejó de sufrir. En cambio, los que venían a verla y esperaban encontrar a una pobre mujer digna de compasión, olvidaban pronto sus prejuicios. En efecto, los recibía con mucha atención, alegría y amor: ¡no era inusual oírla reír!
La propia Marta les decía a los que se asombraban de ello: « En primer lugar, el humor puede reflejarse en todas partes para bien o para mal; por último, una puede dar su corazón, su alma, su simpatía. Una cosa siempre queda y está al alcance de cada uno: la alegría de los demás...
Dar un poco de tranquilidad, ánimo, esperanza, provocar una sonrisa, todo esto supone un trabajo gratificante y no es necesario estar de pie, ni bien de salud para hacerlo. Al contrario, solo cuando se padece un gran dolor, se entiende »
Dar un poco de tranquilidad, ánimo, esperanza, provocar una sonrisa, todo esto supone un trabajo gratificante y no es necesario estar de pie, ni bien de salud para hacerlo.
“Mi vida es una cruz, pero una cruz de amor”
Era Dios el que le daba a Marta la fuerza para disimular a los ojos de los visitantes, el sufrimiento que padecía. El secreto de este prodigio no reside en la voluntad de Marta, sino en su confianza en Jesús: « A medida que [...] los sufrimientos se acentúan y se complican, siento que mi confianza se hace más ardiente. Jesús, sí, solo Jesús es mi dulce e invariable esperanza […]. Nada puede separarme de su amor. » También dirá esta frase cargada de sentido: « Mi vida es una cruz, pero una cruz de amor... una cruz de delicias, porque sufrir con Jesús ya no es sufrir. » Mucha gente que sufre en todo el mundo sabe que, cuando un amigo le da la mano en la adversidad, ésta es más fácil. En el caso de Marta, su amigo era el propio Jesús, y no era su mano la que tomaba, sino todo el ser, como lo testimonian los estigmas de la Pasión que muestran la unión profunda entre ellos.
El testimonio de la vida de Marta, entre la joven que gritaba de dolor, que nada podía aliviar, y la anciana inválida que iba más allá del propio sufrimiento para estar enteramente disponible para los que venían a verla, nos ofrece un mensaje inaudito de esperanza: Dios no teme hacer fructífera hasta la más abyecta de las situaciones humanas y, de ella, hacer un lugar de profundo consuelo para toda una multitud.