Le cheminement intérieur de Marthe Robin est dévoilé grâce à la publication de son "Journal". Découvrez-le en ligne...
Su mensaje
El amor incondicional de Dios a cada hombre
Si Marta Robin no dejaba traslucir nada del sufrimiento que la agobiaba, no era para mostrar su propio heroísmo ni para que dijeran que era valiente, sino en realidad para que nada obstaculizara el torrente de amor que Dios derramaba a través de ella sobre cada uno de los visitantes.
Nunca hay que rechazar un alma que Dios acerca hacia la nuestra porque nunca lo hace sin una razón importante.
Los miles de testimonios sobre la manera en que Marta acogía a los que venían a verla son unánimes: Marta recibe a cada persona como un ser único, no tiene frases hechas, sino que se toma verdaderamente tiempo para acoger a cada uno. Formula preguntas, se interesa por su interlocutor, escucha con atención.
Una persona que venía frecuentemente a verla da testimonio:
« [¡Si supiera usted] lo cómodo que estaba uno y la confianza que encontraba cerca de ese corazón que tanto amaba, atento, que daba Dios y que conducía a Él! »
Marta da a contemplar el amor del Padre
En vez de enseñarles a sus contemporáneos la magnitud del dolor de Cristo mediante su propio cuerpo martirizado por la enfermedad, Marta da a ver el amor del Padre. Ella deja traslucir la grandeza de la esperanza que la mueve.
¡Resulta difícil imaginar la cantidad de sufrimientos y pecados que Marta pudo escuchar a lo largo de su vida por las confidencias de los visitantes! Y, sin embargo, nunca juzga. Siempre muestra el camino de la misericordia de Dios, pero sin caer en el camino fácil de relativizar el mal que le confiesan. Prefiere centrar la atención en la capacidad infinita de perdón y de amor del Señor: « Oh Jesús mío, ¡cuántos pecados! Pero tu misericordia es infinita », escribirá ella.
Anima y devuelve la Esperanza
Para ella, no hay casos “desesperadamente irremediables”. Cuando acoge, sobre todo anima y sabe devolver la Esperanza. No obstante, sus palabras van más allá de una mera invitación al optimismo. Marta conduce a un movimiento de confianza en Dios que se arraiga en la certidumbre de que Él es el Maestro de lo imposible y puede triunfar sobre el mayor de los males: « Las misericordias de Dios sobrepasan todas sus obras, y es con las mayores miserias humanas con las que hace las obras maestras de amor más hermosas. »
« Las misericordias de Dios sobrepasan todas sus obras, y es con las mayores miserias humanas con las que hace las obras maestras de amor más hermosas. »
Conocer a Marta
Aunque todas son únicas, las entrevistas con Marta siguen un esquema común...
Cuando uno entra en su habitación, después de pasar por un pequeño pasillo, primero queda sorprendido por la oscuridad. Marta no soporta la luz. Solo un rayito de luz se filtra detrás de la cortina tupida. Entonces se sienta junto a la cama, cerquita de ella. Una vocecita, asombrosamente joven, le pide amablemente que se presente. “Ella daba una acogida amistosa, cordial, como si nos conociéramos desde siempre”, dirá uno de los visitantes. Queda impresionado por su cortesía, su cordialidad, por el tono de su voz. Ella habla de manera sencilla, pero clara. Elige las palabras y el tono correctos. Domina muy bien el uso de la lengua francesa con todos sus matices.
Marta da una gran importancia a la persona y a la vida del visitante: “Lo que más me impresionó... fue su modo tan sencillo de hablar, de formular todo tipo de preguntas sobre mi familia: cuántos hermanos y hermanas tenía, de dónde era e incluso si teníamos gallinas”. A través de esos contactos, Marta percibe muchísimas cosas. Si ya ha visto al visitante, generalmente se acuerda de ello, lo que asombra profundamente. Tiene una memoria prodigiosa, una memoria del corazón ayudada de la gracia de Dios.
Después vas más lejos. A veces, a uno le cuesta exponer sus preguntas. “¿Tiene usted un problema?”, le pregunta para incitarle a abrirse. Lo más habitual es asombrarse de ver con qué facilidad uno expresa cosas a veces difíciles, incluso complicadas. En su habitación, se produce una especie de simplificación de las cosas. Ocurre que uno se siente “adivinado”: “Al hablar con ella, tuve la clara impresión de que Marta leía dentro de mi corazón, mientras seguía discreta y delicada”.
Una vez expuesto el problema, varias reacciones son posibles. A veces, Marta no dice nada, solamente “Vamos a rezar”. Entonces la gente queda desconcertada, pero durante las horas o días siguientes, a menudo ocurre algo positivo relacionado con el tema. En general, responde a la pregunta de una manera muy clara, muy sencilla. Da una opinión, un consejo. A menudo formula una pregunta que lo esclarece todo. A veces es original e inesperada: “Normalmente tenía una solución... Siempre había una cosa en la que no se había pensado, una cosa sencilla”. Así, esclareció situaciones que parecían inextricables.
Por último, a veces, pero es muy inusual, siente que hay en el visitante como un nudo interior, algo que no se ha convertido, que no quiere avanzar. Entonces habla más alto. Incluso se conocen algunos casos en los que llega a enfadarse. Esto trastorna, pero hace que uno se vuelva hacia Dios.
La entrevista termina en una oración, en general un Avemaría, a no ser que Marta deje a la persona que la visita elegir la oración. Por último, uno se encuentra fuera, en la luz: “Sintiéndose sereno, iluminado sin merecerlo, solamente pudiendo rezar y dar gracias”.
Marta es un ser de compasión. Escucha el relato de los sufrimientos que a veces la emocionan hasta hacerla llorar. Sabe consolar con una bondad excepcional. Le confían muchas intenciones de oración y evalúan a menudo el poder de su intercesión. Situaciones que, incluso desesperadas, se resuelven después de haber rezado en múltiples ámbitos.
A través de esas innumerables vidas cambiadas tras su encuentro, Dios hace palpable el don de su misericordia y alcanza a cada hombre, sea quien sea.
Ahora conozco la alegría más pura, la de vivir por los demás y por su felicidad.