Le cheminement intérieur de Marthe Robin est dévoilé grâce à la publication de son "Journal". Découvrez-le en ligne...
Su mensaje
Dios, un Padre tierno y compasivo
Marta Robin vivió de forma increíble el afecto de Dios como Padre, uno incluso se atrevería a decir como “Papá”. Siguiendo a Santa Teresa del Niño Jesús, la ternura de Dios está en el centro de su mensaje. Esa ternura se le manifestó a Marta de un modo concreto a lo largo de su vida, en el mismo centro del sufrimiento, y se esforzó por darla a conocer.
El amor de Dios como Padre es esencial para Marta. Cuando asume el compromiso decisivo de entregarle su vida a Dios, busca naturalmente la paternidad consoladora de QUIEN Jesús nos dice que es Padre: « Mi corazón palpita y vibra de agradecimiento en un pensamiento continuo sobre este Dios tan grande que no sólo es bueno, verdadero, amable, misericordioso, compasivo, sino que también nos ama. Tiene más que bondad para con nosotros. Tiene amor y su amor es infinito como él. El amor de Dios es el amor fuerte y protector de un padre, el amor sublime de una madre », escribirá ella.
El amor de Dios es el amor fuerte y protector de un padre, el amor sublime de una madre
La paternidad de Dios nos cura
Esta paternidad divina no es una paternidad de sustitución, una proyección de paternidad perfecta destinada a reemplazar los defectos del padre terrenal. En efecto, cuanto más se acerca Marta a su Padre celestial, más quiere a su padre terrenal con todos sus defectos. De esto se tiene prueba en sus escritos, pero también en las palabras conmovedoras que pronuncia a menudo los viernes, cuando revive con Jesús la Pasión. Ruega con intensidad por José Robin, ofreciendo los sufrimientos en los que participa por él: « Bendice a mis padres. Bendice a mi papá, bendice a mi mamá, bendice a mi hermano... Bendice a mis hermanas... bendice a todos sus hijos... ».
Una de las heridas poco conocidas de la vida de Marta Robin es la difícil relación con su padre. Cuando nació, circuló el rumor de que no era su hija, sino la de un obrero de la finca familiar. No obstante, José Robin la reconoció y la quiso, pero la enfermedad complicará su relación. Varias personas lo oirán poner a Dios por testigo: « Pero, ¿qué he hecho yo para tener semejante hija? », cuando no se niega pura y simplemente a decir su nombre. Una carta de Marta escrita en 1927 da testimonio de esa dificultad que José Robin tenía para mantener una relación con su hija, a propósito de uno de los episodios de su enfermedad: « Tuve que decirle tonterías a mi padre y hacerle sentir su propia vergüenza para que fuese a pedir auxilio para mí. Debe resultar fácil tener un corazón tan duro que nada le hace vibrar, ni siquiera la sangre de su sangre extendida sobre la cruz... pobre padre infeliz, le compadezco por ser realmente tan duro, es verdad que desde hace cinco años que estoy enferma, no se ha preocupado más que por su perro […]. Solo le deseo felicidad, ternura, yo que considero amar tan grato, ya no se lo manifiesto: es superior a mis fuerzas. Solo siento indiferencia porque soy cristiana”.
Revelar el rostro bondadoso de Dios
En la vida de Marta, la paternidad de Dios se expresa primero, en su relación con su primer padre espiritual, el padre Faure, sacerdote de su parroquia. Gracias a él, Marta, después de recibir a Cristo como esposo, amigo y hermano, saborea la paternidad tierna de Dios.
« Quisiera estar en todas partes al mismo tiempo para decirle y repetirle al mundo cómo de bueno es el Buen Dios. Hasta qué punto es Padre, Padre lleno de bondad y de misericordia. »
Esta frase de Marta dice mucho sobre la familiaridad que la une a Dios, una familiaridad muy alejada de la imagen de un Dios vengador o incluso para quien le es indiferente la humanidad.
« Cuando se ha comprendido que Dios es Amor, que es nuestro Padre y que nos ama, ¡oh! Entonces creo que se ha comprendido todo. El buen Dios nunca da miedo, el miedo no es una actitud de hijo, un hijo no le tiene miedo a su padre.»
La paternidad espiritual del sacerdote
La llegada del padre Finet a la vida de Marta cambia totalmente sus existencias. Sus caracteres, sus experiencias se complementan.
El padre Finet tiene un gran sentido de paternidad espiritual con Marta. Él es quien, mediante la Eucaristía y el sacramento de la reconciliación, le da la vida de Dios. Está al servicio de esa vida por su hija. Esa paternidad va formándolo interiormente cuanto más la ejerce, aunque es de forma distinta con los miembros de los Foyers, y, asimismo, de un modo aún más diferente con los participantes.
Es una paternidad llevada a cabo con bondad, con indulgencia, con esperanza hacia las personas, pero también con exigencia y con un deseo de verdad. Esta paternidad sabe teñirse de humor o, al contrario, de autoridad. Marta la recuerda sin cesar.
Vivir como hijos del Padre
Marta se siente hija de Dios desde su Bautismo. Nos enseña a vivir esa vida filial, a vivirla « no contentándonos con realizar algunas fórmulas, algunas bellas oraciones a las que les prestamos toda nuestra atención, sino manteniendo en nuestros corazones una fe viva, que es la base y la condición esencial de nuestra verdadera vida con Dios y que Jesús ha exigido tanto en todo su Evangelio ».
De forma muy concreta, Marta les daba a conocer a los que venían a verla ese amor del Padre. En primer lugar, aconsejándoles que rezasen para predisponerlos a recibir ese amor que nunca se impone. Después, dejando desbordar ese amor en las visitas que tenía. No era raro que llorase con los que lloraban, que manifestase una compasión y una empatía realmente sobrenaturales. Por ese el don de consuelo del que estaba dotada produjo frutos excepcionales.
Hoy en día, su cariñosa intercesión todavía nos permite percibir la ternura inmensa que Dios tiene para todos.
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